Ivan Hernández. EPDA. ¿Hay algún sonido más esperanzador que el alboroto de una ¨jauría¨ de chiquillos recorriendo las calles de nuestros pueblos? Un pueblo con niños es...un pueblo con alegría, con vida y sobre todo con futuro. En estos meses estivales, esas carreras, esos balones botando, los gritos y carcajadas, las risas y llantos, son la banda sonora que acompaña los meses veraniegos. Llegando al mes de agosto el pueblo adquiere un halo de festividad permanente, como si de una tormenta de verano se tratara.
La oyes como se acerca, rápida y abrumadora, y descarga su furia con rayos, relámpagos y truenos. Dejando finalmente a su paso un remanso de paz y calma.
En cambio, al llegar septiembre, este vendaval de jovialidad se esfuma y las aguas vuelven a su cauce, reinando la tranquilidad en nuestras calles.
La situación es curiosa por que realmente septiembre es el mes más benévolo en la recolecta de frutos, y los niños que viven todo el año en el pueblo lo saben.
Que si a correr la mora, a coger caicabas o lidones, coger almendras, recolectar la vid o mejor dicho los dias de vendimia. Y si el año es bueno, una buena cesta de rebollones. En nuestros pueblos se vive realmente bien, y es precisamente en el resto del año cuando el entorno nos brinda sus bienes más preciados. Me gustaría que el lector hiciera un pequeño ejercicio de retrospección y disfrutase recordando su mejor verano, estoy seguro de que esas vivencias transcurrían en... ¡Un pueblo!
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