ALEJANDRO SANZ VENTURA Corría
finales de
2014 cuando
decidí afiliarme
a Ciudadanos.
Por aquel
entonces Ciutadans.
Sólo teníamos
representación en el Parlament de Catalunya y las encuestas a nivel
nacional, y en especial en
la Comunitat Valenciana, nos daban apenas un 2-3% de los votos,
insuficientes para irrumpir
en Les
Corts. Éramos
unos pocos
afiliados en
la Comunitat,
no llegábamos
ni al
centenar, pero
creíamos en
aquel proyecto
liberal, que
se alejaba
de los
bandos, del
rojo y
azul, y quería
mirar al centro y modernizar nuestro país. Parecía misión
imposible que un partido nacido
en Cataluña se implantase por todo nuestro territorio. Salimos a la
calle flyers en mano, recogiendo
firmas para poder presentarnos a las elecciones, recorrimos mercados,
barrios e incluso, si era
necesario, íbamos puerta por puerta. Teníamos ganas, y, sobre todo,
mucha ilusión por dar a
conocer ese maravilloso proyecto político, regeneracionista, que era
más necesario que nunca
cuando cada día nos despertábamos con noticias de un nuevo caso de
corrupción. Por
aquel entonces
teníamos una
pequeña sede
autonómica en
la Calle
San Vicente
de Valencia, justo detrás del Ayuntamiento. Un pequeño piso,
sin pretensiones ni despachos,
pero allí es donde se empezó a plantar la semilla de
Ciudadanos en la Comunidad Valenciana.
Fuimos creciendo y cada vez éramos más los locos que veíamos
en C’s la alternativa al tándem
PPSOE, a esa batalla política del ‘y tu más’ que tanto
nos avergonzaba y que los españoles no
nos merecíamos.
A nivel autonómico teníamos un Partido Popular manchado por los
casos de corrupción y al frente
un PSOE
desgastado, incapaz
de arrebatar
la Generalitat
a los
populares. Se
hacía necesario,
más si
cabía, que
Ciudadanos entrase
por la
puerta del
Palau dels
Borgia, sede
de Les
Corts Valencianes,
tras las
elecciones autonómicas.
Llegó 2015, y al caloret de las elecciones autonómicas y
municipales, muchos valencianos
decidieron acercarse a Ciudadanos llamados por aquel joven
Albert Rivera que daba la batalla
contra el
nacionalismo en el
Parlamento catalán.
Cada vez
éramos más
las personas que
creíamos en aquel proyecto y estábamos decididos a trabajar
para que tras las elecciones
autonómicas y
municipales Ciudadanos
entrase en
estas instituciones.
Recuerdo como
montábamos mesas informativas, con apenas unos globos, un
mantel naranja y unas hojas donde
aquellos que paseando se acercaban para ver que hacíamos aquellos
locos allí podían aportar
sus quejas o posibles soluciones. Éramos imparables y por lema
teníamos aquello que más
tarde se extendió como frase electoral: ‘imposible es sólo una
opinión’. Empezamos a
despertar el interés de la prensa, cada vez era más fácil
escuchar el mensaje de Ciudadanos en
radios, televisiones,
periódicos… y
aquello fue
lo que
nos hizo
crecer. Llegaron
las elecciones
de mayo,
los naranjitos
nos multiplicábamos
y aquella
sede ya
se quedaba
pequeña. Era
raro el
día que
no organizábamos
una carpa
o una
mesa informativa,
donde no
solo estábamos
los afiliados,
sino también los candidatos a aquellos comicios. Lo que nunca había
hecho la vieja política,
lo estábamos
haciendo nosotros.
Todo aquel
trabajo tuvo
su recompensa
convertida en
diputados. En
apenas unos
meses pasamos
de ser
un centenar
de afiliados
a miles,
de conocernos todos
a ver cada día caras nuevas, de ser 4 o 5 en esas mesas informativas
a tener overbooking, de no
llenar pequeñas reuniones a necesitar espacios extra en los mítines.
Se respiraba ilusión y
ganas de cambio… y el cambio llegó. 13 diputados en Les Corts y
centenares de concejales
empezaron a dar la
batalla en las
instituciones.
La historia más reciente de Ciudadanos todos la conocéis. Hemos
tenido tiempos mejores y estoy
seguro de
que volverán.
Me niego
a pensar que
este proyecto tiene
una fecha
de caducidad tan
temprana. España necesita un partido que se aleje de los extremos y
acerque los tradicionales
partidos al
centro. Hemos
demostrado durante
estos años
que sí
existe un
partido político
que haga
política útil
y que
no mire
por su
interés propio.
A otros
se les
ha perdonado
la corrupción, el engaño, la mentira y el despilfarro. Nosotros no
hemos cometido delitos, aunque
sí muchos errores.
¿Pero quién
no ha
cometido errores
en su vida?
Son muchos los que han abandonado este barco y no negaré que con
motivo en muchas ocasiones.
Algunos de ellos han dejado de confiar en este partido y otros
vinieron en busca de un
sillón que nunca se les dio. Pero en cambio, somos más aquellos que
seguiremos remando, contra
marea, para salvar este barco llamado Ciudadanos. Creemos que España
se merece un partido
limpio, que no les robe y que no corrompa las instituciones. No nos
merecemos volver a la
España de los bandos ni tampoco a la España de la corrupción. No
queremos revivir ni la Gürtel,
ni los EREs ni tantos casos de corrupción que han salpicado a
izquierda y derecha y que tanto
daño ha hecho
a la imagen de nuestro
querido país.
El logro de una España para todos se pondrá en peligro por las
ambiciones de algunos y los
privilegios de
unos cuantos.
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