Imagen de archivo de una Unidad de Cuidados Intensivos. EFE/ Juan Carlos Cárdenas/Archivo
El rápido desarrollo de una vacuna contra el coronavirus ha centrado todos los esfuerzos de la comunidad científica en la lucha contra la pandemia, pero en el ámbito farmacológico el tratamiento de los pacientes infectados y con ingreso hospitalario está estancado desde hace un año.
"Los ensayos más importantes se realizaron entre mayo y octubre del año pasado", ha indicado Francisco Jover, responsable de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Sant Joan (Alicante), y "nuestro protocolo actual no ha cambiado desde agosto".
Durante la primera ola, ha recordado, se aplicaron tratamientos que "por ciertos motivos resultaron ser ineficaces" y posteriormente la investigación reveló la eficacia de medicamentos como "los corticoides o el Remdesivir", así como de la aplicación de "anticuerpos monoclonales o de plasma procedente de los convalecientes", sobre todo en los primeros estadios de la enfermedad.
Desde entonces, el abordaje de los pacientes que ingresan tanto en planta como en las UCI de los hospitales no ha variado, ha asegurado el especialista.
"No hay ningún estudio que avale que se progrese en otras líneas", ha manifestado, pero la evolución de la pandemia permite recabar "datos de la vida real, no de ensayos clínicos", que conducen a mejorar los tratamientos.
El conocimiento de una enfermedad, ha indicado Jover, "se genera a lo largo de meses y años", y por ejemplo tras el descubrimiento del VIH "se tardó 15 años en encontrar un tratamiento, 30 para la hepatitis C".
La investigación de las vacunas de la covid se aceleró porque los científicos "aprovecharon los avances previos en las plataformas de vacunación contra virus similares al SARS-Cov 2, que es menos complejo que el VIH o el del ébola", ha detallado.
En los casos más graves, que requieren ingreso en UCI, la aplicación de "soportes ventilatorios" también sigue igual, pero en esta quinta ola la edad de los pacientes ha bajado y su estado físico ha mejorado, con lo que generalmente necesitan menos ayuda externa.
Así, con la misma incidencia que en la tercera ola "hay veinte veces menos muertes", ha declarado Jover.
"El peor momento fue el de la tercera ola", ha aseverado el especialista en referencia a la de enero, ya que a su juicio la primera, la del estallido de la pandemia, fue "contenida", y la segunda "una meseta".
La cuarta ola duró poco y en esta quinta se han desbordado los casos, "pero los pacientes empeoran a otro ritmo, no es comparable ni en número ni en gravedad" en cuanto a ingresos hospitalarios, aunque "sí está generando mucho trabajo para la atención primaria y se ha complicado la trazabilidad".
El problema ahora, ha explicado, "es que el virus aprovecha su hueco entre los no vacunados", lo cual repercute en su expansión.
Y "cuanto más virus circula, más variantes genera y la eficacia de la inmunización disminuye", ha apuntado, para añadir que este crecimiento proseguirá hasta alcanzar la inmunidad de grupo, que calcula en torno a un 90% de la población.
"Más que a la gripe, la covid-19 se parece al sarampión, una enfermedad más transmisible aún que necesita un porcentaje mayor del 90 %" para lograr la inmunidad de grupo, ha explicado.
Por tanto, aunque es "difícil" predecir si la vacunación necesitará una periodicidad anual, como la de la gripe, opina que lo más probable es que se limite a "recuerdos de la vacuna, sobre todo entre personas mayores, enfermos crónicos y viajeros a lugares de riesgo".
"Ahora estamos a un año de las primeras infecciones" y "parece que la inmunidad celular durará", ha concluido.
Por Rafa Burgos
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