La dureza de la crisis y sus dramáticos efectos, lejos de provocar una sublevación social, parece que está provocando el efecto contrario, un sorprendente aborregamiento. En la Comunitat Valenciana, donde la situación es más alarmante que en otros lugares de España por diversos motivos, la sociedad está respondiendo como siempre: haciendo gala de un 'meninfotisme' que debe estar integrado en los genes del pueblo valenciano.
Un 'meninfotisme' que para aquellos que no sean de la 'terra' podría traducirse por 'pasotismo patológico', pues en la tierra de la luz, las flores, el color, las 'mascletaes' y las fallas-hogueras-moros y cristianos-gaiates, casi todo nos parece bien y si nos quejamos, lo hacemos tímidamente, no sea que moleste a alguien.
Es la razón por la cual hemos decidido cruzarnos de brazos mientras observamos cómo se derrumban ante nuestros ojos los poderes económicos y políticos de esta nuestra Comunidad, País o Reino:
- la Generalitat está hundida, casi en quiebra y ha comenzado a proliferar una crítica hacia el autogobierno, que no ha sabido gestionar los recursos económicos de todos los valencianos. El Partido Popular ha perdido a su presidente de la Generalitat Valenciana, lo ha cambiado por otro, a quien el pueblo no ha votado, y nos parece de lo más normal. Los socialistas, mientras tanto, llevan desde 1995 entregados a sus batallitas internas y el PP, fruto del recambio de Camps por Fabra y de la ruina del Gobierno autonómico, también vive su particular guerra por el control del partido. Los casos de corrupción se aceptan cuando quienes los cometen son de los 'nuestros' y en este país quien roba, como mucho pasa muy poco tiempo en la cárcel, pero nunca se devuelve el dinero, que se esconde en paraísos fiscales o lo guardan testaferros para disfrutarlo más adelante.
- si la política valenciana está en sus horas más bajas, peor todavía se encuentra el sistema financiero valenciano. Las que fueran las tercera y cuarta cajas de ahorro españolas, Bancaja y la CAM, han sido absorbidas por otras entidades, mientras que el Banco de Valencia ha sido intervenido por el Banco de España y a punto de perder su 'valencianía'. La inmensa mayoría de la sociedad valenciana no es consciente de la gravedad de este asunto, pero la pérdida del poder financiero supondrá una ruina para las próximas generaciones valencianas. En poco tiempo ya hemos comprobado la dependencia que instituciones como la Generalitat tenían de estas entidades, pues una vez el poder de decisiones se ha trasladado a Madrid o Cataluña, ya no se ha podido obtener créditos para hacer frente a pagos de urgencia, como a las farmacias o colegios e institutos. Y hemos asistido a la genuflexión vergonzosa de varios políticos valencianos ante Rodrigo Rato, mendigándole como jefe de Bankia -Caja Madrid+Bancaja pero sin Bancaja-, que tenga en sus pensamientos a esta tierra. Mientras otras comunidades históricas han defendido lo suyo, como Cataluña, Galicia, País Vasco y Madrid, en esta nuestra Comunidad hemos vuelto a hacer gala de un 'meninfotisme' que pasará factura, literalmente, a todos nosotros y a las próximas generaciones. Ni de la CAM ni de Bancaja he escuchado a ningún político de los dos grandes partidos decir esta boca es mía, seguramente porque sus consejeros fueron corresponsables de su hundimiento. Y del Banco de Valencia, algún empresario y Rita Barberá han defendido que siga siendo valenciano, pero poco más.
Así somos los valencianos. Y así nos va.
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