Verónica Alarcón-García. /EPDA Cuentan las malas lenguas que Sánchez ha prometido 500 millones para tapar las vergüenzas de su LOMLOE, una ley que ha parecido olvidar los "básicos" entre tanto adorno tecnológico y competencial y tratar de mitigar los malos resultados de PISA. Aunque, a decir verdad, si indagamos un poquito, el estudiantado que realizó el examen no estudió con la ley socialista, sino con la LOMCE, ley del popular Wert, por lo que el problema de comprensión lectora y competencia matemática viene de lejos.
En los últimos 40 años, los centros escolares han visto implementar ocho leyes educativas distintas; todas con sus respectivas polémicas al intentar mejorar la anterior, pero lo cierto es que nuestra sociedad sigue dudando y cuestionando lo que ocurre cada día en las aulas donde aprenden nuestros hijos. Y es que, parece que se de una diferencia directamente proporcional entre la proliferación de metodologías y los déficits de atención.
Es posible que la preocupación por mantener a los alumnos motivados y que sean los protagonistas de su propio aprendizaje junto con los múltiples estudios que demuestran que hay que ponerse un gorro de explorador para aprender mejor los animales de la selva, haya enturbiado saberes y competencias básicas que pueden aprenderse con la sencillez de un libro, un lápiz y un maestro.
Tal vez, entre tanta innovación, haya que plantearse detener el odioso ritmo frenético al que estamos sometiendo la educación de nuestros hijos. Los docentes andan abrumados con las formaciones en nuevos enfoques metodológicos y el diseño e implementación de infinidad de recursos para que los niños no se aburran. Y éstos terminan sobre estimulados, creyendo que lo importante es estar motivado para realizar las tareas, desconociendo el valor del esfuerzo y del trabajo diario para llegar al conocimiento.
¿Cómo parar esta soberana locura? ¿Cómo conseguir que vuelva el silencio a las aulas? Las lecturas pausadas, la reflexión, la calma, el ejercicio de la memoria, el lápiz y el papel. Los dictados, la copia de enunciados, el cálculo razonado, los resúmenes, la toma de notas, la caligrafía, la escucha respetuosa. Los 500 millones nos vendrán bien, pero algo de sensatez, también.
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