Manuel J. Ferriol. /EPDA Cuentan los que ya peinan canas y años, que hogaño había un oficio conocido como el matalafer. Su trabajo consistía en ir por las casas y rehacer de nuevo los colchones de lana, por esa razón se dice la frase: la faena del matalafer: fer i desfer (la faena del matalafer: hacer y deshacer). Actividad que la hacían en los hogares de las clases pudientes y medias sobre todo en verano. El “colchonero” era oficio muy popular y según la cantidad de colchones que había en la casa, solía pasar varios días en ella, convirtiéndose en uno más de la familia. Hoy en día, con los nuevos tipos de colchones, el trabajo del matalafer ha desaparecido, pero en el consciente colectivo sobre todo de personas mayores, comentan de vez en cuando, el recuerdo sobre el trabajo del hacedor de colchones.
Curiosamente, nos ha venido a la mente, este oficio tan singular y perdido, porque los actuales gobernantes en los distintos ayuntamientos y municipalidades, se han encontrado con el desgobierno más absoluto en materia del planteamiento urbanístico. Se han convertido los barrios de la Ciudad de Valencia, en caprichos constructivos al parecer para dar gusto no solo a sus votantes sino a los amiguetes a los que se les encarga la tarea de convertir plazas, calles o rinconadas, en auténticos galimatías, atacando poderosamente al vehículo privado (que ellos utilizan, sobre todo si es oficial) y creando un rompecabezas urbanístico de primer orden.
Solo les importaba plantear el carril bici. Cuantos más kilómetros, mejor, porque las comisiones son muy jugosas. Había que hacer andar al ciudadano, aunque no pudiera por edad o enfermedad, mientras que las ratas y cucarachas acampaban libremente por las calles. Te hacían ver que “cuidaban” tu salud, mientras que, por otro lado, provocaban la aparición de enfermedades pandémicas que transmiten los bichitos sueltos. Ha habido plazas, que se han convertido, en lugares solo para paseantes, destruyendo los accesos cómodos a las mismas ya sean autobuses, taxis o vehículos privados. Había que cambiar la ciudad a toda costa, sin pensar en que la población es cada vez mayor y no se han parado a crear sistemas de movilidad acordes con la sociedad que puebla la ciudad.
Al llegar los nuevos gobernantes, se han tenido que enfrentar a solucionar el caos de la mejor manera posible. Han mantenido reuniones con vecinos, comerciantes y viandantes, a la vez que con conductores de taxis, autobuses y vehículos privados. Se han proyectado la vuelta de varias líneas de autobús a las plazas principales, se van a adecuar calles, plazas y rinconadas, vamos que se va a volver a planear una ciudad como Dios manda y no como manda el capricho de un equipo de gobierno. La calle de Colón, volverá a lucir todo su esplendor de siempre, con carriles habilitados para el tráfico rodado ya sea privado o público. Y al parecer todo se va a hacer en tiempo récord para no interrumpir la actividad comercial de las calles afectas por la faena del “matalafer”.
Bienvenidas sean las medidas para hacer que las calles y plazas de Valencia, se conviertan en lo que fueron siempre: lugares para vivir en sociedad, para sentir el aroma de las flores y visitar nuestros más hermosos monumentos. Un trabajo bien hecho, pensado sobre todo en las personas de más edad para que puedan seguir disfrutando de los más hermosos espacios que podemos hallar en el centro de la Ciudad. A ver si dura mucho tiempo.
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