Chelo Poveda./EPDA
AAVV del Saler El ecopostureo, o "greenwashing" en inglés, surge en los años noventa. Las empresas, ante un incipiente movimiento ecologista, comienzan a teñirse de verde eco y a lanzar campañas de lavado de cara. De repente, algunas empresas en buena medida responsables del cambio climático, son "ecofrienly". Este movimiento hipócrita se ha extendido a casi todos los sectores empresariales. Como último ejemplo tenemos al multimillonario Jeff Bezos yéndose al espacio en un cohete falocéntrico mientras promete inversión para combatir el cambio climático.
Como contraposición a la locura de los viajes al espacio por placer el resto de los mortales con conciencia nos esforzamos en cambiar nuestros hábitos y el propio sistema. Sin embargo no hace falta volar al espacio para encontrar ejemplos de ecopostureo. El último ejemplo cercano lo hemos vivido desde la Conselleria de Transició Ecológica proponiendo la firma de un convenio con Puerto de Valencia para que mejore el control del aire. Aparentemente esto es positivo, sin embargo, en la letra pequeña, este control sigue estando en manos de Puerto de Valencia, es decir, el lobo guardando las ovejas.
La consellera Mollá está posicionada en contra de la ampliación del puerto, y, por lo que parece, Compromís también puesto que llenaron los autobuses de la EMT con su propaganda... Después, los hechos dicen lo contrario puesto que la administración Ribó ha seguido con el proyecto de la ZAL, es decir, aprobó la construcción de las infraestructuras necesarias para la ampliación del puerto y que conllevan más contaminación en la periferia de la ciudad y en las poblaciones colindantes. Eso sí, la contaminación del puerto se podrá medir mejor.
El humo y la polución de cargueros, cruceros y camiones hace que el imbatible y chulesco chuletón al punto de Pedro Sánchez se quede en una broma de mal gusto, al menos a orillas del Mediterráneo y de una Albufera que pide auxilio. Es importante que las administraciones, sean del signo que sean, comiencen a plantearse este tipo de actuaciones, ya sea la ampliación del puerto, o la ZAL, o el PAI de Benimaclet o del Parc Central, o la regeneración de playas o cuidar la Albufera, desde una perspectiva ecologista y de conjunto y no como una sucesión de parchecitos y declaraciones de buenas intenciones que al final quedan vaciadas por los interés económicos dominantes, sea MSC, sean las constructoras o las promotoras, o sea el cortijo Boluda.
Es hora de la ecología económica y política como valor de una ciudad valiente. Es hora de exigir más. Es hora de cuidar Valencia y reservar el postureo para los ninots de las fallas que es donde de verdad tienen gracia.
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