Jaime Navarro. / EPDA Porque creo que ese es el mejor legado de don Antonio. Y con mayúsculas. Un hombre que esencialmente fue libre. Y que siempre, hasta el final, persiguió con denuedo la tantas veces oculta o tan esquiva verdad de las cosas. Que siempre según confesaba, le sorprendía. La desnuda o estremecedora realidad de la vida. Y de los asuntos. Y, cómo no, de la Historia.
Incansable aprendiz al servicio del conocimiento, gustaba de desvelarnos los misterios y entresijos de los asuntos en que sin prejuicios, desnudo se aventuraba: ya fueran las drogas o el progreso humano. Que acabó identificando muy fundadamente con el libre comercio y la superación de toda esclavitud: ya fuera la clásica o la moderna que hoy padecemos, en forma de tantas dictaduras y casi todos, bajo el yugo de lo "políticamente correcto".
Servilismo contra el que se rebeló desde siempre. A fuer de ser perseguido. O incluso marginado. Pues don Antonio eligió vivir y dejar vivir. Ya que nos recordó que el ser humano ha de ser esencialmente responsable: tanto en economía como en el uso de los estupefacientes. Y libre. Y nunca caer en el pesimismo. O en el, tan despreciado por él, victimismo.
Fundador de la " movida ibicenca" y de la mítica disco " Amnesia". Curiosamente a todos poco después nos hizo recordar la oculta pero verdadera "Historia de las Drogas". Una obra maestra que nos desvela con detalle la tan controvertida cuestión desde la noche de los tiempos hasta la actualidad. Abominando tanto de la prohibición cuanto de la absurda cruzada contra las sustancias. Que por suerte o por desgracia Dios nos legó. Pues desde Paracelso, " no existen venenos si no dosis..." A destacar también, su lúcida desmitificación de la figura del "Junkie" contemporáneo. Otro daño colateral de la supuesta guerra pérdida y sin cuartel contra la farmacopea.
Como estremecedor es su desmembrar la figura de Marx. Del que no deja títere con cabeza. Ni en lo personal ni en lo económico. Ni por supuesto en lo filosófico. Apelando en este aspecto de nuevo a la esencia última de las cosas. No a lo que las mismas aparentan. Ni por supuesto, a lo que nos han contado sobre las mismas. Es por esto que el sabio de don Antonio vivía en un gozoso estado de descubrimiento de la verdad. O de comunión con la "realidad", como gustaba destacar.
Todo lo cual queda perfectamente resumido en su imprescindible tratado enciclopédico sobre " Los Enemigos del Comercio". Que en gruesos volúmenes nos va demostrando con el detalle de un aplicado Letrado, el porqué del atraso y el porqué del progreso de las sociedades humanas. Desde la antigüedad hasta nuestros días. Lo que supone un goce para todos aquellos que anhelan conocer la verdad de la Historia, desprovista de cualquier apriorismo y ayuna de cualquier ideología.
Pues en esto consumió y consumó su tan venturosa como provechosa vida. En bucear valerosamente en el inquietante océano de la realidad de las cosas. Para después venir a contarnoslo, a todos nosotros, que siempre andábamos tan distraídos. Como era él: generoso y entusiasmado.
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