Tuve el dudoso honor de participar en una comida con un mafioso
valenciano antes del verano. Convocado por un amigo en común, me
apetecía compartir mesa y mantel con un personaje que ha amasado una
impresionante fortuna en los años del boom urbanístico, en connivencia
con un empresario de renombre y con la participación de decenas de
actores secundarios en una superproducción al estilo de El Padrino,
versión 'Che'. Quería saber cómo se desenvolvía un maestro de las
comisiones, la colocación de familiares, amigos y políticos 'kleenex' y
también tenía interés en saber qué quería decirme, pues sé que estaba
muy interesado en seducirme.
Comimos en su cuartel general, perteneciente a uno de esos empresarios
que se han enriquecido con los múltiples chanchullos del individuo. Uno
de muchos. Después de 16 años trabajando como periodista he comido y
cenado con personas de distinto pelaje, pero era la primera vez que lo
hacía con un mafioso de tal envergadura. La velada prometía y el
personaje estuvo al nivel de lo que esperaba.
Comenzó a bocajarro preguntando por qué lo odiaba. Y me sorprendió. Era
la primera vez en nuestras vidas que intercambiábamos una palabra. No
es odio, sino ánimo de justicia lo que guían mis escritos e
investigaciones, pero no perdí tiempo en explicarle un concepto que
desconoce. Enseguida me recordó, entre trago y trago de vino, las
querellas y denuncias ganadas a otro periódico. Más allá de la mentira
-es un maestro de la manipulación y la mentira-, no pude evitar
molestarme ante una amenaza que planteaba de forma sibilina en los
primeros minutos de la comida, que acabó pagando él. ''Si me has
convocado a comer para amenazarme, pierdes el tiempo. Me levanto
inmediatamente y me voy''. Por ahí no iba a pasar.
Visto que el camino del amedrantamiento no era el adecuado, inauguró un
nuevo discurso, el de la publicidad, recurso que mantiene vivo a El
Periódico de Aquí. Tampoco fue muy sutil, que digamos, pues enseguida
me recordó cuántos amigos empresarios le deben favores en la zona. No
había que ser muy listo para interpretar que en esta ocasión intentaba
amenazarme por la vía de la asfixia económica. ''Le he dicho que si
persiste en la vía del a amenaza, me levanto y me marcho
automáticamente''.
Divertido, con el alcohol comenzando a hacer efecto, el mafioso cambia
de táctica. Las dos primeras no le han servido, pero el mensaje ya está
lanzado. Entonces comienza su faceta de seductor, aunque no puede
esconder su edad y las juergas con putas de la mano de algún
funcionario y empresarios con los que ha hecho negocio, comienzan a
pasarle factura. El mafioso comienza a hablar más de la cuenta,
sintiéndose el protagonista absoluto, el poderoso que lleva comprando
voluntades en los últimos 30 años y, poco a poco, se desnuda ante mí y
el conocido en común de manera inconsciente e infantil.
Así es como comienza a recordarme sin venir a cuento que en el
ayuntamiento todos los funcionarios le quieren como a un padre, que
conoce a mucha gente y que todos le quieren porque es bondad pura. Yo,
yo y más yo, un egocentrismo exacerbado que denota una infancia dura y
posiblemente infeliz, dada la necesidad enfermiza de ser no ya querido,
sino venerado, por todos sus polluelos, muchos de los cuales ha
colocado y, por tanto, le deben un agradecimiento en forma de Don.
Pero Don sigue bebiendo y se le va soltando la lengua. Le pregunto si
ha tenido un rollito con alguna de las que promociona. No se molesta.
Al contrario, le divierte ser el protagonista, el machito de orgías con
putas, alcohol y, últimamente, viagra. Mucha viagra. Lenguaraz, él
sigue encantando relatando en primera persona sus andanzas, muchas
inventadas, porque el personaje se ha inventado un pasado que no es.
La conversación sigue avanzando en lo que prácticamente es un monólogo,
hasta que comienza a hablar de periodismo, una profesión que dice
adorar -para utilizarla en su beneficio, pero esto no lo dice-, hasta
que reconoce que impulsó un periódico con el dinero sucio acumulado en
paraísos fiscales y con la ayuda de algún ayuntamiento. Y así es como
me preguntó el precio de la cabecera de El Periódico de Aquí, porque
todos tenemos un precio. Pero en este caso, se equivocó.
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